De baserritarra a artista prolífico

El vecino de Leioa Patxi Bengoa ha aprovechado la jubilación para sumergirse en la pintura, que aún cultiva con 80 años



De baserritarra a artista prolífico
. Patxi Bengoa posa ante sus cuadros en la casa de cultura de Berango./ PEDRO URRESTI
Nunca es tarde para comenzar. Ésta es la moraleja que se extrae de la historia vital de Patxi Bengoa. Y es que, mientras para algunos la jubilación es sólo una sucesión interminable de tiempos muertos, para otros constituye la verdadera oportunidad de realizar sus sueños y comenzar una nueva vida. Bengoa se jubiló a los 58 y ahora, 21 años después, ha desarrollado una carrera como artista que para sí quisieran muchos jóvenes. Ha expuesto en más de medio centenar de municipios vascos, ha vendido obras en Madrid y algunos de sus cuadros cuelgan en el Ayuntamiento de Leioa, Loiu o en la parroquia bilbaína de San Felicísimo.
Bengoa es vecino de Leioa desde hace 42 años aunque se crió en un caserío de Elotxelerri, (Loiu) y toda su vida practicó el amor por el trabajo manual -era baserritarra y carpintero-, pero apenas contaba con unas nociones básicas de pintura cuando se acercó al estudio de Itziar Etxeberria, profesora de arte. «Quiero pintar... ¿Será tarde para comenzar?», le espetó. Desde entonces, en estas dos décadas dedicadas al arte, Bengoa ha pasado por el realismo y el surrealismo, ha pintado retratos, paisajes e ideas y seres imaginarios.
Gracias a su tesón y buen hacer, cuenta con más de un centenar de creaciones y este mes expone en Berango. A la sala del aula de Berangoeta ha llevado una veintena de obras, una cuidada selección de paisajes vascos y rurales de villas como Frías o Medina de Pomar, además de varias esculturas. A veces pinta inspirándose en las propias vistas o en fotografías, pero «lo demás sale de mi imaginación. Lo de pintar, lo tenía aquí», dice mientras se golpea suavemente el pecho. «Cuando me jubilé pensé que debía intentarlo. Pero, fíjate lo que es la vida, yo nunca pensé que pudiera llegar a hacer estas cosas».
Lo cierto es que de pequeño era un gran dibujante. Sus primos, que ahora tienen más de 80 años, le recuerdan lo bien que pintaba cuando iban juntos a las escuelas de Larrondo. «Es cierto que se me daba mejor que otras asignaturas, como por ejemplo las matemáticas».
Aldeano con inquietudes
Bengoa es humilde y se considera «un aldeano con ganas de sacar lo que llevo dentro», pero su profesora le describe en el tríptico de la exposición como «un enamorado del arte, un investigador incansable de nuevas técnicas, que no se conforma con el trabajo bien hecho hasta ahora y que sigue trabajando para ofrecer una mayor estética y plasticidad a sus cuadros».
El artista da pinceladas al ritmo de la música, otra de sus grandes aficiones. «Pintar para mí es terrible. Me hace sentir bien, es una gran afición y además ejercito las manos, aunque sé que llegará el momento en el que no pueda seguir el ritmo. Pero eso es ley de vida», asume.
La mayoría de sus óleos guardan un secreto, un pequeño papel oculto detrás de la superficie pintada. En él ha escrito su nombre y unos retazos de su historia vital. Todo es un consejo de un amigo párroco, que le recomendó hacerlo porque sus cuadros pervivirían en el tiempo varias décadas, al menos. Pero, como el ánimo de todos los artistas es dejar huella, a Bengoa aún le queda un sueño por cumplir: ver publicada su autobiografía, que aún está escribiendo, para explicar al mundo cómo pasó de ser un baserritarra a un prolífico artista.